Sede central de El Oraniano (Aytila), 25 de Junio de 2019
Bochorno democrático
Ayer fue un día histórico, para bien o para mal. Si ya fue historia el hecho de que un proyecto político lograra aunar a un sector de la población que estaba harto del sistema y cansado del ‘modus operandi’ de una derecha brusca, maleducada, racista y carente de propuestas más allá de la confrontación de la sociedad, todos y todas quienes estuvimos presentes en la Sesión de Inauguración de la Legislatura asistimos a un verdadero bochorno.
Llegábamos de una campaña un tanto descafeinada, un tanto perdida en sus formas, un tanto irracional. Tal fue la actitud general de los candidatos y candidata, que en los dos debates, tanto en el de legislativas como en el de presidenciales, hubo un acuerdo generalizado en que el ganador de los debates fue Cambiemos. No porque se simpatizara con sus ideas y programa, sino porque el tono educado, pausado, y respetuoso lo hizo valer. Pero esto muchos no lo llegaron a comprender del todo. Ante esta carestía de formas, de la carestía de proyectos amplios e integradores, se optó por la descalificación. Y los miembros de Cambiemos saben de lo que hablo. Ahora, si alguien está leyendo esto, y no simpatiza con las ideas del partido al que represento en el Congreso de los Diputados, quisiera decirle que yo sé lo que es esa descalificación. Sí. He recibido todo tipo de calificativos y todo tipo de desprecios por mi color de piel. Desde “escoria negra”, pasando por “mono de pacotilla”, hasta llegar al “¿quieres una subvención?” del candidato político a la presidencia de las tres derechas.
Algo estaremos haciendo mal, a modo de reflexión, cuando supuestamente en un país con una sociedad abierta, tolerante y civilizada, en pleno siglo XXI, con numerosos derechos sociales ya conquistados – aún habiéndolos por conquistar – opta por el insulto antes que por la palabra; opta por el exclusivismo antes que por el aperturismo; opta por acallar antes que por expresarse libremente; opta por bloquear las oportunidades de los más desfavorecidos antes que por integrarlos en la sociedad.
Yo, como persona de piel negra, y descendiente aborígen, estuve muy, pero que muy orgulloso, de jurar ayer mi acta como diputado en las Cortes. Y duela a quien le duela, hay un diputado negro del Congreso. Y por mucho que la derecha intente dar lecciones morales, ese diputado negro, de piel negra, orgulloso y sin miedo, pudo expresarse libremente en su escaño a modo de representación de una minoría poblacional que ha sufrido el desprecio, la discriminación y el deterioro de sus instituciones. Pero no por falta de regeneración – que también – sino por la incompetencia de unos y otros, que por tener unos valores que subyacen de su ideología, no han comprendido nunca cuál es el respeto y cuál es la verdadera tolerancia de la sociedad aytiliana. No porque lo diga yo, sino porque otras personas en mis mismas condiciones se quedaron por el camino. Nunca más callarán a esas minorías.
Por eso y más hicimos historia. Por eso y más se hizo historia. Y ya ni perder el tiempo merece con la falsedad de la clase política. Ahora entiendo el voto indignado que fue a parar a Cambiemos y que le impulsó a la segunda vuelta de las presidenciales, además de asentarle como la segunda fuerza política del país. Un espejismo de ataques entre formaciones y partidos (“yo nunca pactaré con menganito”, “yo nunca pactaré con fulanito”, “bobo, bobo, más que bobo”, “yo soy más derecha que tú”, “muros, muros y más muros”…), desembocó en la verdadera realidad. La realidad de que tuvieron que juntarse hasta siete formaciones para poder tumbar a una única formación que ha puesto en marcha el Cambio. Y que eso, aunque a alguien le de para rabiar, no lo van a poder parar. Porque frente a su odio, hay un nuevo proyecto social que va a CAMBIAR por fin las cosas.
Y a pesar de este bochorno, hay mucho más por celebrar. Las minorías sociales saben que ha empezado el principio del fin del dominio de las clases acomodadas, que ha llegado el fin del supremacismo. Celebremos la fiesta de la democracia.
Algo estaremos haciendo mal, a modo de reflexión, cuando supuestamente en un país con una sociedad abierta, tolerante y civilizada, en pleno siglo XXI, con numerosos derechos sociales ya conquistados – aún habiéndolos por conquistar – opta por el insulto antes que por la palabra; opta por el exclusivismo antes que por el aperturismo; opta por acallar antes que por expresarse libremente; opta por bloquear las oportunidades de los más desfavorecidos antes que por integrarlos en la sociedad.
Yo, como persona de piel negra, y descendiente aborígen, estuve muy, pero que muy orgulloso, de jurar ayer mi acta como diputado en las Cortes. Y duela a quien le duela, hay un diputado negro del Congreso. Y por mucho que la derecha intente dar lecciones morales, ese diputado negro, de piel negra, orgulloso y sin miedo, pudo expresarse libremente en su escaño a modo de representación de una minoría poblacional que ha sufrido el desprecio, la discriminación y el deterioro de sus instituciones. Pero no por falta de regeneración – que también – sino por la incompetencia de unos y otros, que por tener unos valores que subyacen de su ideología, no han comprendido nunca cuál es el respeto y cuál es la verdadera tolerancia de la sociedad aytiliana. No porque lo diga yo, sino porque otras personas en mis mismas condiciones se quedaron por el camino. Nunca más callarán a esas minorías.
Por eso y más hicimos historia. Por eso y más se hizo historia. Y ya ni perder el tiempo merece con la falsedad de la clase política. Ahora entiendo el voto indignado que fue a parar a Cambiemos y que le impulsó a la segunda vuelta de las presidenciales, además de asentarle como la segunda fuerza política del país. Un espejismo de ataques entre formaciones y partidos (“yo nunca pactaré con menganito”, “yo nunca pactaré con fulanito”, “bobo, bobo, más que bobo”, “yo soy más derecha que tú”, “muros, muros y más muros”…), desembocó en la verdadera realidad. La realidad de que tuvieron que juntarse hasta siete formaciones para poder tumbar a una única formación que ha puesto en marcha el Cambio. Y que eso, aunque a alguien le de para rabiar, no lo van a poder parar. Porque frente a su odio, hay un nuevo proyecto social que va a CAMBIAR por fin las cosas.
Y a pesar de este bochorno, hay mucho más por celebrar. Las minorías sociales saben que ha empezado el principio del fin del dominio de las clases acomodadas, que ha llegado el fin del supremacismo. Celebremos la fiesta de la democracia.
Yatekomo Yatisoba
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